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Cuaresma... Dejar todo y seguir a Jesús!

En éste Domingo que pasó, escuchamos un fragmento del Evangelio de san Lucas. En él se narraba cómo Jesús le dice a Pedro que arroje sus redes al agua. Pedro y los otros habían pasado toda la noche trabajando, y, según los especialistas, durante el día no es muy grande la pesca. Pedro conoce todo ésto, puesto que es su profesión. ¿Jesús sabrá de ésto? ¿Sabra del cansancio, de la fatiga, de lo pesado que es ser pescador? ¿Se imaginará que se siente trabajar... y trabajar... y no conseguir nada? ¡Por supuesto que lo sabe! Lo único que no sabe Jesús es rendirse. No sabe ni que es la derrota, ni la desesperación. "Señor... hemos trabajado toda la noche, pero confiando en tu palabra hecharé las redes" Tal parece que hoy ya no confiamos en la Palbara de Jesús... hoy confiamos en las cremas reductoras de peso, en los sartenes a los que no se les pega nada... En brujos, magos, y demás "platos de segunda mesa" Al ver Pedro la gran pesca, se postró ante Jesús, y le dijo : "Apártate de mi, Señor, que soy un pecador". Jesús le dijo: "No temas; desde ahora serás pescador de hombres" Pedro quiere apartarse de Jesús, pues reconoce su pecado; no sólo en ése día, también en toda su vida. Sin embargo, Jesús quiere estar cerca de él por el mismo motivo: porque Pedro es pecador. "No son los sanos los que necesitan al médico, sino los enfermos" (Lc 5, 31) "Y dejándolo todo, lo siguieron"

Que impresionante... dejar todo... Tal vez lo único que Pedro, Santiago y Juan tenían eran sus barcas, su trabajo, su familia... dejan ésto por seguir al que Juan el Bautista proclama como "El Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo"

Dejar todo significa deshacernos de lo que nos ata, de lo que nos esclaviza. Del pecado, el internet, la tecnología... Dejar todo también significa desprenderse de un bien temporal... por uno mucho mayor... Hoy iniciamos éste tiempo de preparación a la Pascua. La Cuaresma es como ese "Dejar todo" para tomar nuestra Cruz, y seguir al Maestro. La Ceniza que hoy recibimos es un símbolo de Penitencia, pero también es un compromiso de cambio: hoy es el tiempo propicio para comenzar a ser hombres y mujeres nuevos, bañados y purificados con la Sangre del Cordero. Es tiempo "de que volvamos a ver al Crucificado" (Sn Juan Pablo II), de reconocer que en el necesitado, en el hambriento, el pobre, el enfermo, el desesperado, se encuetra Cristo.

En éste Tiempo benignísimo tenemos cuatro acompañantes: -ORACIÓN: reconocerse débil, frágil, pecador y necesitado de la Misericordia de Dios. La Oración, lazo de comunicación con el Padre: para pedir su Sabiduría, para encotrar nuestra plenitud y compartirla con nuestros hermanos.

-PENITENCIA: Hemos fallado al Señor, pues hemos pecado con Él. Reparar el daño que hemos hecho es reparar el Corazón de Jesús, que es traspasado por la lanza de nuestras culpas.

-LIMOSNA: Compartir lo que el Señor nos ha dado, divide nuestras penas y multiplica nuestra felicidad. No es un acto de desprendimiento solamente, también es compartir la dicha que tenemos al sabernos amados por Dios. -AYUNO: Recordar y solidarizarnos con los que sufren. Para dejar de pensar sólo en nostros, en nuestro placer, en nuestros gustos. Un poco de hambre y de abstinencia nos hacen apreciar lo que tenemos, valorar esos bienes, y compartirlos con los demás. Que en éste tiempo de Cuaresma, lleguemos a reconocernos nada, y por la interseción de Santa María de Guadalupe, alcancemos la Gloria de la Santidad. ¡Ave María Purísima!

San José, Patrón del Seminario Menor

V. Haced, San José, que vivamos una vida inocente
R. y esté siempre asegurada bajo vuestro patrocinio.

 

 

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