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¡Conoce la Vocación!

Ésta es una nueva sección en la que podremos aprender todos juntos como es la vida del seminarista, algunos comprenderán si el llamado que el Señor les da es a la vida sacerdotal o a la vida matrimonial, a la vida religiosa o a la misionera o de soltería.

Cualidades y actividades del Seminarista

Muchas veces dentro de las comunidades creemos que los sacerdotes y los seminaristas son bajados del cielo, o básicamente perfectos, así que cuando los vemos cometer un pequeño error es como si un avión hubiese sido derrumbado.

En ésta ocasión, el equipo de redacción trae algunas cosas que tal vez desconocemos de éstas personas que entregan sus vidas sin escatimar al Señor.

 

Un seminarista, como humano que es, “es un

hombre tomado de entre los hombres” (Hbr. 5,11), así

que no nos espantemos cuando cometan algún error.

Al contrario, demos gracias a Dios, porque esto es una

parte muy importante dentro de su formación: Caerse,

levantarse y poner más empeño en su camino.

 

No hace falta que el seminarista sea güero y de ojo

azul, o que sea el más inteligente de todos los

hombres de la historia. Basta con que tenga

inquietud por el llamado que el Señor le hace

para que el mundo cambie con él.

 

Ciertamente la formación académica es muy

importante en los estudios de los futuros

sacerdotes y pastores del Pueblo de Dios, pero

la vida espiritual lo es mucho más aún. Un

seminarista se empeña en “no querer hacer su

propia voluntad, sino la del Padre” (Lc 22,42).

Por ello, estar de la mano de la oración es muy

importante, en todo momento y circunstancia de

su vida.

 

Cuando un seminarista recibe la sotana, se le es

impuesta una banda, una especie de cinturón que

le ciñe y es de color azul. No representa más que la

castidad que libremente acepta, y a María, Madre del

Cordero de Dios, que le acompaña en el día tras día.

“Totus tuus, Mariae” (Todo tuyo, María), exclama San

Juan Pablo II.

 

Una formación humana, un toque de filosofía y

teología, es lo que forja los conocimientos básicos de

un pastor, aunque ciertamente sabemos que la

formación no termina en la ordenación sacerdotal,

sino que es constante y permanente.

 

El deporte y la actividad física son cosas muy importantes en la vida del ser humano; por ende en la vida del seminarista no pueden hacer falta.

 

Todos tienen una formación en algún ámbito artístico, algunos en la música, en el canto, o en el teatro, como podemos ver en las ya tradicionales “Pastorelas del Seminario” y en las distintas celebraciones en las que participan. Otros se dedican a la poesía y la escritura, a la fotografía y a la pintura o escultura en sus momentos libres. Cada quién desarrolla sus pasiones artísticas.

 

Dentro del Seminario se aprenden también otras lenguas. En el Seminario Menor, los jóvenes seminaristas aprenden gramática española, para dar un orden, sentido, coherencia y estructura a su habla, también estudian griego y, por supuesto, la lengua de la Iglesia: el latín. En el Seminario Mayor se aprende también hebreo y arameo, completando la estructura gramatical de su léxico.

 

 En las casas de formación se desempeñan diferentes servicios, y los hermanos que ahí habitan siempre los rolan, a modo de que todos sepan realizar todo:
Barrer, trapear, lavar, enjuagar, podar, recoger la basura, limpiar los sanitarios. Todo ello va cimentando actitudes de limpieza en los jóvenes.

 

Sin duda alguna se tiene mucho tiempo para estudiar, y aquellos que quieren y desean aprender más, a veces se quedan estudiando por la madrugada.

 

La Pastoral en la comunidad va dando conocimientos a los discípulos sobre la vida en la Parroquia. Les da experiencias y conocimientos que en ningún lado se aprenden.

 

El contacto con las personas de todas clases les da también un amplio desarrollo en todos aspectos, desde el humano hasta el espiritual.

 

Como podemos ver, la vida dentro del Seminario no es fácil, ya que conlleva mucho aspectos diferentes entre sí. Sin embargo, es un camino muy hermoso, en la que el hombre que asiente al llamado del Creador se completa, se configura y se hace pleno, obteniendo la felicidad.

 

Por ello, carísimos hermanos, oremos pos nuestros seminaristas. Nuestros amigos y conocidos que han dado un sí a Dios. Oremos para que el Dueño de la mies, envíe más y santos operadores a sus campos. Ayudémoslos, démosles fuerza en su vida con nuestras muestras de afecto. Recordemos siempre que los serán los que dentro de algún tiempo celebrarán el Santo Sacrificio de la Mis, serán el puente que reconcilie al hombre con su Dios, aquellos que integrarán a niños y adultos a la Iglesia por el Bautismo, y también aquellos que despedirán a nuestros hermanos cuando el Seños los llame a Su casa.

San José, Patrón del Seminario Menor

V. Haced, San José, que vivamos una vida inocente
R. y esté siempre asegurada bajo vuestro patrocinio.

 

 

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