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Mini cuento: El carpintero

Hoy hemos amanecido en todo el país con un gran frío, y en Cuautitlán Izcalli (donde vive su servidor) se siente... ¡Uff! Ésto trae a mi memoria un cuento que hace mucho tiempo escuché...

Hace poco, en un bosque no muy lejano, vivía solo desde hacía tiempo y apartado de la sociedad, un viejo carpintero. Sus hijos que ya se habían hecho mayores se habían ido a la ciudad en busca de empleo y mejores oportunidades, y su esposa había muerto no hace mucho. De vez en cuando entraban en su tienda algunos clientes y algunos borrachos, debido a que el frío era muy fuerte.

Todas las noches, antes de dormir, el anciano carpintero se preparaba para acostarse y antes de hacerlo, tomaba su Biblia y leía un poco de ésta, procurando llevar un orden.

Ésa noche, escucho una voz que le decía "Levántate y prepárate, que hoy te visitaré".

Inmediatamente entendió el carpintero que se trataba nada más y nada menos que de Dios.

Se levantó, pues, y limpió su pequeño taller y su humilde casa de pies a cabeza, para que cuando llegara Dios lo encontrara todo en orden.

De tanta emoción que tenía, no durmió aquella noche.

Al amanecer, sonó la campanilla de su puerta y el hombre salió emocionado a recibir a Dios. Dió un grito de júbilo y...

se quedó atónito al ver que no era Dios, sino una Madre sdoltera que cargaba con sus dos hijos que se morían de frío. El carpintero decidió ayudarle, fue corriendo a su habitación y tomó dos abrigos de cuando sus hijos eran pequeños para los dos bambinos de la señora. Tomó también un abrigo de su difunta esposa y se lo dió a la madre.

Los pasó al comedor, y preparó un desayuno para los cuatro. Ellos se sentaron a la mesa y compartieron esa mañana los alimentos. Más tarde, se marcharon muy contentos por la ayuda.

El carpinero se volvió a quedar solo, cuando a eso de las 11 de la mañana volvió a sonar la campanilla y dijo "Ahora si es Dios". Fué a la puerta a recibirlo y... tremenda sorpresa! Tampoco era Dios. Era un anciano pobre que entró para refugiarse del frío. El carpintero se compadeció, lo sentó a la mesa y le preparó un gran comida, le dió ropa, un baño, y un abrigo para que se cubriera. Al atardecer el pobre anciano se fué agardecido.

Una vez más, el carpintero estaba sólo.

Fue al rededor de las 6 de la tarde cuando volvió a sonar la campana, y el hombre se levantó con esperanzas de que fuera Dios.

Salió, pues, a ver quien era y casi se desmaya al ver que era ...el borracho del pueblo cercano. El carpintero con alegría le dió también un baño, calentó lo que había quedado de la comida, y juntos cenaron. El carpintero se desveló esperando a Dios, quien por cierto nunca llegó.

Decepcionado, triste y con sueño, fue a su cama, y antes de dormir, como siempre lo hacía, tomó la Biblia, ésta vez sin ganas y al azar. La Biblia quedó abierta en el capítulo 25 del Evangelio de San Mateo.

Decía: "Entonces dirá el rey a los de su derecha: ‘Vengan, benditos de mi Padre; tomen posesión del reino preparado para ustedes desde la creación del mundo; porque estuve hambriento y me dieron de comer, sediento y me dieron de beber, era forastero y me hospedaron, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, encarcelado y fueron a verme’. Los justos le contestarán entonces: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o encarcelado y te fuimos a ver?’ Y el rey les dirá: ‘Yo les aseguro que, cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron’."

En ése momento, el carpintero se levantó alegre, y comenzó a dar gritos de júbilo, puesto que en aquel día, Dios no lo visitó una vez... ¡lo visitó tres!

Así es, hermanos. Cristo está en medio de nosotros, y se presenta en el rostro del enfermo: ahí está Cristo sufriente. Se presenta en la figura del necesitado: ahí está el Corazón de Cristo Eucaristía. Arde latente, y espera a que "volvamos a ver a la imagen de Cristo" (Sn. JPII) para que recordemos también a todos aquellos a los que Cristo vieno a servir. "Los pobres y los enfermos, las viudas y los necesitados son el tesoro de la Iglesia". Así lo afirma San Lorenzo, diácono y mártir por haber dicho eso ante el emperador que le pedía la riqueza de la Iglesia.

Dios nos visita y a veces ni cuenta nos damos. Estemos, pues, con los ojos abiertos, "con la túnica puesta y las lámparas encendidas" para que cuando llegue el Hijo del Hombre, nosotros podamos estar con Él.

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San José, Patrón del Seminario Menor

V. Haced, San José, que vivamos una vida inocente
R. y esté siempre asegurada bajo vuestro patrocinio.

 

 

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