¿Profesión o Vocación?
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Últimamente me he encontrado con personas dentro de las diferentes comunidades, incluso personas "cualquiera" que se sorprenden al saber que soy Seminarista.
En la vida a la que El Señor nos ha llamado, hay de todo, literalmente. Han llovido críticas fuertes, señales de respeto y de admiración. Un amplio número de personas me han preguntado "¿Y en cuánto tiempo te recibes?", o "¿Y que tal está la carrera, se gana mucho?". Para ésto definiremos algunas palabras.
Según la RAE:
Profesión: Empleo, facultad u oficio que alguien ejerce y por el que percibe una retribución.
Carrera: Conjunto de estudios, generalmente universitarios, que habilitan para el ejercicio de una profesión.
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El camino a la vida sacerdotal no es una profesión, o una carrea, o un oficio. Es vocación. La palabra "vocación" viene del latín "vocare" que precisamente significa llamado. Un llamado que no únicamente es a pastorear el rebaño del Buen Pastor, también es una invitación a la plenitud. Ésta configuración con Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote es también hacer una entrega íntegra de sí mismo al cuidado de los demás, es un "ágape", es decir, una oblación de sí. Sin importar raza, lengua, pueblo, o nación, Cristo "atrae a todos hacia sí" (Jn. 12,32). En ésta labor, los Seminaritas, Diáconos, Presbíteros, Obispos y demás consagrados, participamos con un gran gusto. Se podría definir como el sentido de nuestra propia vida.
Ciertamente, dentro de la Vocación podrían incluirse algunos aspectos de la profesión y de la carrera. Pero nunca llegarán a ser sinónimos.
Es por ello que, a pesar de todos los vientos y mareas que azotan en contra nuestra, para tratar de derrumbarnos como a la casa cimentada sobre arena (Mt 7, 21-29), tenemos la esperanza en "La Piedra que desecharon los constructores" (Sal. 118).
Hemos "Dejado todo para seguirlo" (Lc 5,11), no obstante, obtendremos un bien mayor. Y no sólo nosotros, sino también todos aquellos que "Creen sin haber visto" (Jn. 20, 29).
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En éste orden, y con respecto al ámbito económico, nos identificamos con San Francisco de Asís: "No me falta nada. Conozco a Cristo Pobre y Crucificado, y eso me basta".
Así pues, la Vocación como llamado, invitación y misterio, es un camino de gozo, felicidad, de amor a los demás. Sin duda alguna, naciendo mil veces más, esas mil veces pediría a Nuestro Señor me diera la bienaventuranza de servirle en éste camino.
Sem. Jorge De la Vega
Tercero de Humanidades